El tesoro energético de la
Península Valdés que equivale a varios El Chocón y ordena aprovechar una Ley de
1975 que sigue sin cumplirse
La energía mareomotriz que podría ser producida en la Península de Valdés
ayudaría, en buena medida, a reemplazar a los combustibles no renovables. Pero
el lugar más propicio para instalar la usina es un santuario de ballenas
francas y podría provocar una polémica con los ambientalistas. Desde hace 45
años, una ley promueve la instalación, pero jamás se llevó a cabo
Por Julio Lagos 7 de marzo de
2020
Cerca de la mitad de los lectores de Infobae tiene
menos de 35 años.
Es decir que les tocará vivir la inevitable
sustitución de las fuentes energéticas del mundo. Las reservas de petróleo,
gas y carbón, si bien han sido y siguen siendo una palanca formidable para la
economía mundial, paulatinamente se van agotando. Y eso marcará un límite
físico para su utilización.
Pero además van quedando de lado por el impacto
ambiental que produce la explotación de los combustibles fósiles. Eso ha
generado una resistencia cultural que está muy arraigada en las nuevas
generaciones.
¿Cómo se va a producir energía cuando estos jóvenes
lectores alcancen la madurez? Este es el tema crucial del mundo contemporáneo,
de cara a los próximos años. Científicos y políticos, historiadores y
funcionarios, todos los expertos están discutiendo de qué manera se va a
mitigar la producción de gases de efecto invernadero.
También la Argentina del futuro será distinta de la
de hoy, en la que el 90 por ciento del consumo energético todavía depende de
los combustibles fósiles. La energía hidráulica con un 4 por ciento y la
nuclear, que se apunta con el 2 por ciento, participan de un cuadro que se
completa con la pequeña participación de la eólica y la solar.
Pero aquí viene la gran noticia, que lejos de ser
una primicia es un dato estructural de la Argentina: nuestro país podría
prescindir perfectamente de los hidrocarburos porque posee todos los recursos
renovables que -más temprano que tarde- van a sustituir a los no renovables.
Estamos hablando de la energía hidráulica, de la
energía solar y de la energía eólica. Y también de la energía geotérmica -la
del calor de la tierra- que tuvo en el país a un defensor incansable que fue el
ingeniero Ítalo Simonatto, inolvidable funcionario de YPF.
Pero a
todas esas fuentes hay que agregar la mareomotriz, que es la energía que
resulta del movimiento de las mareas. La eterna influencia de la Luna sobre
el mar produce el movimiento alternativo de pleamar y bajamar, en varios
períodos a lo largo día.
Con todo derecho alguien podrá objetar esta reseña
señalando que aún no hemos sido capaces de concretar la prometida panacea que
es Vaca Muerta y ya estamos hablando de los sustitutos. Pero eso tiene que ver
con nosotros, más que con el marco natural de nuestra geografía. En tal caso,
certifica que también tenemos reserva de hidrocarburos.
Pero volviendo a los recursos renovables, hay
países que tienen mucho sol. Otros, buenos vientos. Algunos, yacimientos de
calor subterráneos. Y no pocos, costas con mareas propicias. Algunos países
poseen una de esas fuentes, otros otra.
Argentina -en cambio- las tiene todas.
El primero que habló de energía mareomotríz en la
Argentina fue José Oca Balda. Era un capitán de fragata, que en 1915 estaba al
comando del buque de transporte “Patagonia”, con el que bordeó el litoral de la
provincia de Chubut y llegó a la Península Valdés.
Repasemos la geografía: Península Valdés (con
“s” y sin la preposición “de”) es ese curioso apéndice de 4.000 kilómetros
cuadrados. que sale del territorio continental chubutense. unido por una
pequeña franja de tierra que se llama Istmo Carlos Ameghino en homenaje al
hermano del famoso Florentino. Ese istmo mide 35 kilómetros de largo y siete de
ancho, y en su recorrido tiene arriba, al norte, el Golfo San José; debajo, al
sur, el Golfo Nuevo. Esa curiosa conformación geográfica le llamó la atención a
Oca Balda, quien años después escribió en su libro “Utilización de las mareas
del Golfo San José”:
“Una tarde navegábamos frente a la Península Valdés
y comenté con el oficial de guardia, que era el teniente Videla Dorna, las
dificultades técnicas y económicas para obtener energía a bajo precio. Y
mirando el Golfo Nuevo agregué que para obtener ventajas reales en el caso de
que fuera posible aprovechar una fuente de energía mareomotriz, era necesario
un embalse natural de proporciones gigantescas como las del Golfo Nuevo. El
teniente Videla Dorna me llamó la atención sobre el Golfo San José. Bajé al
camarote, tomé los datos de la carta marítima y después de un breve cálculo
retorné al puente de mando para manifestarle que habíamos descubierto una
fuente de riqueza nacional”.
Oca Balda -“el Ñato”, como le decían sus amigos- fue
un personaje sorprendente. Estudió astronomía, electricidad, derecho
internacional, balística y finanzas. Le gustaba la música clásica y tenía
predilección por Wagner. Patentó 18 inventos en Argentina y Estados Unidos,
tan diversos como una cocina con fuente de energía ambivalente o un lanzador de
torpedos con alza para dispersión. En 1934 fundó la revista “Servir”, en la
que debutó como periodista Raúl Scalabrini Ortiz. Y fue el ideólogo de la
creación de la Flota Mercante del Estado, que luego concretó su amigo el
presidente Ramón S. Castillo. También escribió un libro titulado “El último
libertador”, en el que manifiesta su admiración por Carlos Pellegrini:
“Pellegrini fue un hombre incomprendido y hasta
vilmente calumniado. Es tiempo, pues, de hacerle justicia y colocarlo en el
puesto de honor que le corresponde ocupar en la historia entre los grandes
libertadores. Si lograra con este modesto esfuerzo hacerlo comprender a las
futuras generaciones, ya que muy poco puede esperarse de la presente, se habrían
colmado mis aspiraciones.”
Lo que Oca Balda llamó “modesto esfuerzo” fue un
libro de 700 páginas, que él nunca pudo ver publicado. Fue editado por sus
amigos, que costearon la edición, en 1942; el autor había muerto en 1939, a los
52 años.
Desde Oca Balda en adelante siempre se destacó la
ventaja natural que ofrece la singularidad geográfica de la Península Valdés.
“Este desfasaje de mareas, con una diferencia de
nivel en las mejores condiciones superior a seis metros y anulándose cuatro
veces por día, es una situación excepcional -única en el mundo- que
presenta una posibilidad mucho más ventajosa que el cierre de los golfos”,
afirma el Dr. Luis Reinaldo Fernández, de MAE Foundation.
Por su parte, el ingeniero Antonio Pedro Federico
-una muy respetada autoridad en la materia- señala: “Lo más notable es el hecho
de que los niveles del mar a ambos lados no oscilan simultáneamente, sino en
forma casi alternativa, ofreciendo cual un fabuloso sube y baja energético, un
caudal de potencia y energía que podría superar, esta última, en varias veces
la de la Central El Chocón”.
Según nos explicaron, el Istmo Carlos Ameghino
actúa como un dique natural que embalsa a un lado y al otro el agua de las
pleamares y de las bajamares que se alternan en ambos golfos. Por lo tanto, lo
que en otros países se logra cerrando las desembocaduras de las bahías con
cierres o compuertas, en la Península Valdés lo regala la Naturaleza.
Para ratificarlo, el ingeniero Federico también
destaca: “Las mareas en el interior de ambos golfos están desfasadas en el
tiempo en un valor de cuatro a seis horas. Es justamente este desfasaje el que
produce los desniveles a ambos lados del Istmo, posibilitando la presencia de
un aprovechamiento electroenergético.”
Probablemente, cuando Ortega y Gasset nos dijo
"¡Argentinos! ¡A las cosas, a las cosas!” no estaba pensando precisamente
en la energía mareomotriz. Pero es como si hubiese adivinado que desde aquel
lejano 1915 de Oca Balda hasta aquí, se iban a suceder las comisiones de
estudio y los proyectos sin que finalmente se concretara la usina de Península
Valdés.
Esta es la reseña.
En 1922 el doctor Damianovich y el ingeniero Besio
Moreno elaboraron un trabajo titulado “Utilización de las mareas patogénicas,
posibilidad de implantar usinas hidroeléctricas e industrias mecánicas y
electroquímicas” y lo elevaron a la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y
Naturales de Buenos Aires, que por su parte lo remitió al Poder Ejecutivo a
través del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública.
En 1923 el presidente Marcelo T. de Alvear
designó una comisión presidida por el ingeniero Julián Romero y constituída
por miembros muy renombrados, entre ellos el capitán de navío Segundo Storni,
gran estudioso de los intereses marítimos argentinos.
En 1948 el ingeniero Juan Carlos Erramouspe
desarrolla otro proyecto, a partir del trabajo de la comisión a cuyo frente
había estado el ingeniero Romero.
También en 1948 el Grupo Francés de Ingeniería
presenta un estudio al Ministerio de Industria y Comercio.
En 1950 Agua y Energia designa al ingeniero José
Richterich, quien eleva un informe perfeccionando los trabajos anteriores.
En 1957 la Dirección Nacional de Energía de la
Nación firmó un contrato con la empresa francesa Sogreah, que debía elaborar un
anteproyecto integrado por reconocimientos topográficos en hidrográficos y
también evaluación económica.
En 1959 se conoce el proyecto del ingeniero José
Loschakoff, un santafesino que luego se radicaría en Holanda, donde creó el
célebre Plan Delta Dinst.
En 1960 se suma la propuesta del ingeniero Miguel
Rodríguez.
En 1972 otro ingeniero, de apellido Fenteloff,
eleva un nuevo estudio.
En 1975 ambas Cámaras del Congreso de la Nación
aprueban la Ley 20.956, que se publica en el Boletín Oficial el 25 de junio de
ese año. Esta Ley adjudica el estudio de las mareas de la Península Valdés a la
Empresa Agua y Energía y determina que las obras deberán comenzar en 1978. Esta
Ley de la Nación jamás fue cumplida.
También en 1975 se da a conocer un trabajo del
ingeniero Fidel López, con el auspicio de la Fundación Bariloche.
En 1978 el Boletín del Centro de Estudios de la
Energía de la UADE publica “Las posibilidades de aprovechamiento mareomotriz en
la República Argentina”, una completa recopilación realizada por el
ingeniero Antonio Pedro Federico.
En 1984 los ingenieros Zynglermaris y Aiskis elevan
su estudio en el Congreso Argentino de Ingeniería Oceánica.
Estamos en 2020. Desde hace 105 años la energía
mareomotríz es un proyecto no concretado en Argentina. Muchas grandes obras
públicas del país tienen una historia parecida de demoras y postergaciones. En
este caso, ignoramos los motivos, aunque siempre hay espacio para suponer que
una transformación de estas características podría afectar intereses vinculados
con el mundo de los negocios energéticos. Con la generación de electricidad a partir de un recurso
natural renovable, un país -el nuestro, en este caso- no sólo desarrolla su
economía sino que además afirma su autonomía política.
Es probable que a través de los años haya habido
impedimentos de esa índole.
Ahora, en cambio, otra circunstancia enfría la
posibilidad de que la planta mareomotriz se realice.
Y tiene que ver con ese tesoro natural que es
Península Valdés, uno de los mejores lugares del planeta para el avistamiento
de ballenas.
Como escribió la periodista Violeta Moraga: “Las
ballenas francas pueden observarse de junio a diciembre, época en que miles de
turistas de todas partes se acerca a esta porción de la Patagonia para verlas
en plena actividad de apareamiento, reproducción y junto a sus también
grandiosas crías.”
Un portal turístico lo define con palabras que
acaso no alcancen para describir la belleza de ese lugar de Argentina:
“Naturaleza al cien por ciento. Península Valdés rebalsa las expectativas del
que anhela paz y descubrimiento. Toda la zona es como una gran área
protegida y generosamente abierta a avistares de animales en sus hábitat
originales. Es un oasis en la Patagonia, lejos de las alturas y las
intensas nevadas.”
La fauna salvaje es protagonista de un espectáculo
incesante. Y las estrellas son los lobos y elefantes marinos, pingüinos
magallánicos, orcas, toninas overas, toda clase de pájaros. Y las ballenas
francas.
La fotografía, el buceo, la cabalgata, la mountain
bike, el trekking y -cómo no- la gastronomía son algunas de las atracciones que
Península Valdés tiene para los turistas de todo el mundo. Los extranjeros
disfrutan holgadamente las bellezas naturales y la declinación de nuestra
moneda hace que no reparen en la tarifa de ingreso, al pasar el Centro de
Visitantes: 130 pesos para los residentes, 430 para los turistas del resto del
país y 850 para los extranjeros.
Pero no importa: allí están -en un caleidoscopio
inolvidable- La Candelaria y la historia de Juan de la Piedra, el que llegó con
los gallegos y los maragatos. Y cruzan los flamencos, sobrevuelan los petreles
y disparan las maras.
Un paraíso, un lugar fantástico.
Por algo la UNESCO lo declaró Patrimonio Natural
de la Humanidad, en 1999.
¿Se podría construir ahora una usina mareomotriz en
Península Valdés, Patrimonio Natural de la Humanidad?
La pulseada entre el conservacionismo ambiental y
las obras de infraestructura es un signo de nuestro tiempo. Los argumentos, más
que intercambiarse, se arrojan desde una vereda a la otra.
En Colombia, en el marco de la cátedra Gestión y
Ambiente, la Universidad Nacional ha dado a conocer el trabajo de Julián
Quintero González y Laura Estefanía Quintero González, titulado “Energía
mareomotriz, potencial energético y medio ambiente”, en el que luego de un
exhaustivo análisis concluyen: “Podría indicarse que la energía mareomotriz es
una excelente alternativa para la producción de energía eléctrica con un
moderado impacto ambiental dentro del medio de instalación, que por supuesto
debe controlarse para poder garantizar su condición de sostenibilidad.”
A su vez, la declaración final de la Asamblea de
las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que se realizó el año pasado en
Nairobi, expresó: “En la actualidad, más de 3000 millones de personas, el 50
por ciento de ellas de África Subsahariana, todavía cocinan con combustibles
muy contaminantes y tecnologías poco eficientes. Afortunadamente, la situación
ha mejorado en la última década: la proporción de la energía renovable ha
aumentado respecto al consumo final de energía gracias al uso de fuentes de
energía como la hidroeléctrica, la solar y la eólica”.
Otros
investigadores promueven la energía undimotriz, que utiliza el
movimiento y la fuerza de las olas, a través de de secciones cilíndricas unidas
en forma de serpiente. En Argentina se ha desarrollado un prototipo en la
Universidad Tecnológica Nacional, regional Mar del Plata, creado por los
ingenieros Alejandro Halm y Mario Pelissero.
Mientras tanto,
en el mundo hay cada vez más centrales de energía mareomotriz.
Una de ellas es la del río Rance, en Francia,
inaugurada en la década del 60. Pocos meses después comenzó a funcionar la de
Kislaya, sobre el mar de Barentz, en Rusia. Por su parte, China inauguró la
usina de Jiang Jia en 2016 y continúa ampliándola. En 2011 Corea del Sur construyó la Sihwa
Lake Tidal, considerada la planta mareomotriz más grande del mundo.
Pero muy pronto cederá ese lugar al Proyecto Meygen, ubicada en Escocia. La
primera fase comenzó en enero del 2015 y se estima que a partir del año 2020
esta planta podrá generar energía renovable a la red nacional de Reino Unido.
El tiempo dirá si se cumple la Ley 20.956 y si a
esta lista alguna vez se le agregará la usina mareomotriz de Península Valdés.
La misma que el olvidado capitán José Oca Balda
imaginó en 1915.